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Lunes 22 de Junio de 2009
La crisis es una oportunidad para pensar en un nuevo modelo que no agote el territorio

La crisis ha paralizado el sector de la construcción, y esto ha permitido verificar los efectos negativos de una fiebre del ladrillo que se ha cebado especialmente en el litoral mediterráneo. ¿Es un buen momento para, a partir de los análisis de los errores, pensar en un nuevo modelo urbanístico más respetuoso con el entorno y que evite la depredación del territorio y, en especial, de nuestras costas? La Vanguardia ha planteado esta cuestión a algunos de los arquitectos y urbanistas de más prestigio de Catalunya y Valencia. Y la respuesta ha sido inequívoca: todos coinciden en que este parón inmobiliario es una excelente oportunidad para que políticos, constructores y agentes sociales abran un debate que consideran necesario y urgente.

Catalunya y Valencia, dos realidades.

Los arquitectos y urbanistas Manuel Gausa y Josep Maria Vilanova subrayan que lo ocurrido en Catalunya no ha adquirido la misma dimensión que en la Comunitat Valenciana. Recuerdan, al respecto, que la Administración catalana ha impulsado en los últimos años una serie de medidas dirigidas a acotar la capacidad de acción de los ayuntamientos en su voluntad de ejecutar grandes proyectos urbanísticos. A pesar de esto, como ha denunciado Greenpeace, en algunas zonas como el delta del Ebro la construcción desaforada ha ofrecido su peor versión. Gausa reconoce que en Catalunya, "por encima de la cuestión cuantitativa, es decir, por la cantidad de lo construido, lo peor ha sido la cuestión cualitativa, el tipo de arquitectura". "De alguna manera, añade, hemos mcdonalizado el territorio, con un urbanismo conservador, poco imaginativo, muy ligado a un tipo de construcción sobre el paisaje, de modelos monolíticos, cargados de funcionalismo administrativo".

Planificación supramunicipal.

El caso valenciano es el más paradigmático; y ha sido el modelo más ampliamente criticado, incluso por la Unión Europea. Pasqual Vernich, arquitecto y urbanista valenciano, señala que lo primero que deberían hacer las administraciones es activar una planificación supramunicipal. Se refiere a la necesidad de acotar el poder de los ayuntamientos para adoptar decisiones autónomas sin tener en consideración qué decisiones toman otros ayuntamientos y cómo afectan estas a grandes espacios del territorio, por ejemplo en una comarca. Añade Vernich que, de esta manera, se acabaría con lo que él denomina "reinos de taifas". Este punto obliga a una reflexión: los ayuntamientos se financian en gran parte por la actividad urbanística, "lo que obliga a pensar que el Estado deberá buscar otras vías de financiación para que los ayuntamientos no dependan tanto del ladrillo".

Contra la cultura del pelotazo.

Vernich plantea también la necesidad de limitar el poder del agente urbanizador - la derogada ley reguladora de la Actividad Urbanística de Valencia fraguó esta figura privada como el gran hacedor de la planificación urbanística-,y que las plusvalías que suponen las recalificaciones - generadoras de la cultura del pelotazo-acaben revirtiendo en la sociedad y no en un particular, "como ya ocurre en otros países de nuestro entorno". Una idea que Josep Maria Vilanova amplía: "Si nos creyéramos lo que las leyes sobre urbanismo formulan, según las cuales el urbanismo es una función pública bajo los principios de sostenibilidad, participación de la sociedad y sometimiento de las legítimas iniciativas privadas a los intereses colectivos (incluida la participación pública de las plusvalías), volveríamos a poner las bases para hacer posible un desarrollo urbanístico que incorporara el respeto a los ecosistemas y formulara modelos urbanos más sostenibles, económica y socialmente". Un tema recurrente es la cuestión legislativa. En Valencia tanto Vernich como el urbanista José Miguel Iribas coinciden en que existe ya abundante legislación "contradictoria y farragosa". Iribas apuesta por simplificar, por clarificar ideas y conceptos con una legislación "menos audaz en las formulaciones genéricas y más concreta en sus medidas de defensa del territorio, más comprometida en la protección de los elementos fundamentales de la configuración medioambiental".

¿En horizontal o vertical?

Demonizado hasta no hace mucho tiempo el concepto de "ciudad vertical" - que encaja en los denominados modelos intensivos-,aquella en que se acumulan edificios de gran altura, rascacielos, y que tiene su mayor referente en Benidorm, comienza a tener muchos adeptos. De hecho, todos los urbanistas y arquitectos consultados reconocen sus ventajas. "Son menos costosas de mantener, no ocupan grandes extensiones de suelo, precisan menos energía para su funcionamiento, se gestionan mejor y consumen menos servicios", señala Pascual Vernich. Manuel Gausa defiende "la altura", pero advierte que esta debe ir acompañada de grandes espacios públicos, de equilibrio, de compensación, de respeto al paisaje; y pone como ejemplo Río de Janeiro, "que tiene densidad en altura, pero también una buena ubicación en su entorno natural".

El urbanista José Miguel Iribas fue uno de los primeros en defender abiertamente el modelo Benidorm, pero denuncia que no todas las ciudades creadas en vertical tienen las ventajas señaladas. Y pone como ejemplo la futura construcción del denominado "Manhattan de Cullera" - un total de 33 torres de 25 alturas ubicado en la desembocadura del Xúquer, un lugar de alto valor ecológico-,"donde no existe propósito alguno de construir una ciudad, sino una mera opción de reparto de aprovechamiento urbanístico que no implica reducir la huella de edificación pues sigue ocupando toda la superficie asignada".

Si bien la altura es objeto de debate constructivo, en lo que todos coinciden es en el efecto depredador del territorio de los modelos de crecimiento en horizontal. "No hay ningún efecto positivo visible en los procesos de colonización suburbana del territorio; las aglomeraciones de viviendas unifamiliares, las llamadas urbanizaciones, son un desastre desde todos los puntos de vista: medioambiental, territorial, urbanístico, económico y social", resume Iribas. El caso de referencia es Torrevieja, donde no queda un metro donde construir.

Conquistar el placer de vivir.

Manolo Gausa apuesta también por impulsar una nueva arquitectura que propicie espacios de vida, espacios donde querer vivir. "Hemos conquistado la dignidad de vivir; hemos de conquistar ahora el placer de vivir", insiste. Gausa habla también de "la arquitectura verde", de la arquitectura que debe ser imaginativa, de viviendas adaptadas al entorno, bien encajadas con el paisaje; de color, de espacios de vida". Y concluye: "Nos falta liderazgo público para acometer un cambio en los sistemas y modelos de construcción".

COMFIA
[SALVADOR ENGUIX- La Vanguardia]

Es tiempo de actuar

Es el momento de dejar de pensar que puede hacer el planeta por ti y pensar qué puedes hacer tú por el planeta.

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