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Sábado 02 de Febrero de 2008
Los problemas acuciantes e impostergables del presente (destrucción del ambiente, pérdida de la diversidad biológica y cultural, pobreza, desigualdad distributiva) que en décadas pasadas eran la negación obstinada de la derecha liberal y conservadora, están en la agenda de problemas interestatales y de la humanidad toda. El actual gobierno francés ha tomado la iniciativa de prever lo que será inevitable en términos de crisis ecológica. Para esto, ha convocado a diversos sectores sociales para debatir y proponer soluciones.

Por Hugo Busso habusso@hotmail.com

Es de prever que los conflictos que vendrán (no solo en Francia), a causa de la irracionalidad y el fanatismo de la búsqueda de acumulación indefinida e ilimitada de capital económico, esta en el banquillo de acusados. Adelantarse a los problemas que ya están derritiendo las esperanzas ilimitadas de acumulación de poder y capital, implica en primera instancia asumir los límites y la fecha de vencimiento de ideas decadentes y peligrosas, que se disfrazan de progreso y crecimiento.

Esta iniciativa es saludable y en cierto sentido ejemplar. A la vez es alarmante ante una mirada sensata, por el cúmulo de las paradojas y de las contradicciones que debe resolver. Si bien casi todos están de acuerdo que el peligro ha aumentado y que es posible hacer algo positivo al respecto, pocos parecen hacerse cargo del profundo cuestionamiento a la naturaleza de la civilización capitalista y al modo de funcionamiento actual. Los damnificados de este credo insostenible propio del capitalismo, serán en primer lugar y como siempre han sido, las victimas históricas de este sistema: los excluidos y explotados. Sin embargo, de esta encrucijada no se salvara nadie, si bien los recursos monetarios pueden transformarse en un alivio en temperaturas insoportables y carencias de elementos básicos para la vida.

El fanatismo del terrorismo económico neoliberal -que castiga a quienes se niegan a colaborar con el credo de su expansión y acumulación ilimitada- y el comunitarismo integrista religioso -que cierra el mundo a su solo dogma-, son partes integrantes de la ecología planetaria. Las ideas se vuelven fuerzas e impactos materiales. Afortunadamente, la ceguera maquínica capitalista y el fanatismo dogmático y violento no son las únicas alternativas. Son evidentes, además, las actitudes y perspectivas críticas diferentes entre el norte y el sur, tanto por las finalidades políticas inherentes a cada bloque y la relectura que invoca del pasado y por el futuro próximo. Entonces, todo hace prever, como lo señaló Immanuel Wallerstein, que el siglo XXI será más difícil, inquietante y abierto que lo conocido del siglo XX.

El debate de los próximos años volverá a plantear como manejar “el fantasma que recorre el mundo”, que no se llamará comunismo ni será el miedo solamente a “las clases peligrosas”. Será mucho más que eso. La responsabilidad de los partidos políticos y las organizaciones sociales será aclarar las opciones históricas que tenemos delante, en medio de la incertidumbre y el escaso margen de errores por la irreversibilidad de sus consecuencias. Emergen y retorna en las discusiones democráticas y científicas la discusión y la lucha por la buena sociedad, con el imperativo de no someterse a los dictados tecnocráticos. El mundo unipolar post comunista esta llegando a su fin inevitable, la pregunta queda ¿Pero qué vendrá a reemplazarlo? Lo cierto es que no estamos condenados a soportar y sostener la destrucción irracional del capitalismo, en su búsqueda de mayor producción, consumo y ganancia, en la obsesión del crecimiento infinito. El futuro esta abierto a la creatividad humana y de la naturaleza, por lo tanto el nivel de conciencia y evolución espiritual alcanzado por los individuos y grupos se posiciona en la verdadera guerra: el cuidado de lo que nutre y alimenta contra el fanatismo económico destructivo de la diversidad bio-cultural. Teniendo en cuenta los desafios de Kyoto y los consejos de la ONU de bajar para el 2050 las emisiones de CO2 entre el 50 y el 80 %, cabe la pregunta: ¿Y si “decrecer” es una buena y digna estrategia para el norte desarrollado, de solidaridad con lo viviente?

Fuente: http://topics.developmentgateway.org/environment/rc/ItemDetail.do?itemId=1119786

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